'Rayuela', de Julio Cortázar, cumple 50 años. Cinco décadas de la publicación de aquella sorpresa con forma de novela que encubría un cierto homenaje al desorden. ¿Cómo interpretar si no el que sus capítulos pudieran pautarse e incluso eliminarse con la secuencia que el lector eligiese? Pero, al margen de cadencias y numeraciones, de caos y orden, el tiempo nos hizo ver que aquellas seiscientas y pico páginas albergaban una obra maestra.
Cortázar (1914-1984), argentino espigado nacido en Bruselas, hombre de pausados modales y corazón en llamas, escribió una bomba a la que puso el nombre de un juego de niños: Rayuela. Unas casillas dibujadas en el suelo sobre las que se salta y, entre azar y destreza, el jugador, desde la “tierra” que es el cuadrado del que se parte, intenta llegar a la medialuna final que no es otra cosa que el “cielo”.
Del hombre y del artista
Tan simple como complejo. Cortázar lo dijo: “La novela que nos interesa no es la que va colocando los personajes en la situación, sino la que instala la situación en los personajes… Mi libro se puede leer como a uno le dé la gana. Liber Fulguralis, hojas mánticas, y así va. Lo más que hago es sugerir como a mí me gustaría releerlo”.
Así lanzó a la cara de los lectores esta reflexión despiadada de los destinos del mundo y sus habitantes. Denunciando la inautenticidad y relatividad de la vida humana, el autor identifica su sentido de la condición del hombre con su sentido de la condición del artista. Un ‘a modo de juego’ literario marcado por su preocupación existencialista, escrita desde y para una sociedad en la que aún sangraban las heridas de las dos guerras mundiales.
Cabe todo
¿Novela o contranovela?. Todo, en Rayuela cabe todo. Humor, ira, sarcasmo, escepticismo, amor, desconfianza, piedad, mentira, muerte, verdad, desamor… un texto que hace cómplice al lector y rechaza el orden cerrado de la novela común.
En los vaivenes de sus personajes se va configurando el tablero y la situación de los protagonistas dentro del juego al que el título de la obra alude.
El libro relata las aventuras y desventuras, los logros y los reveses, de Horacio Oliveira, un inconformista que huye, casi siempre a la desesperada, del orden social establecido. Un personaje que transita París, la ciudad que lo adopta, y Buenos Aires, el lugar del que procede y al que acabará por repatriarse.
Con un punto quijotesco, Oliveira se niega a formar parte del engranaje adocenado en el que la gran maquinaria de lo social sume a la inmensa mayoría de los individuos.
Esa lucha lo convierte en un ser a la intemperie, candoroso y siempre dispuesto a la sorpresa, a la potencial novedad de cada instante en la vida. Eso, obviamente y como queda más que claro, tiene sus muchos pros y sus no pocos contras.
Rayuela está cumpliendo años, sí, pero su relectura nos comprueba la actualidad de lo escrito por Cortázar, hace cinco décadas.
A cincuenta años de la salida de prensa de su gran novela, no queda más que saludar a Cortázar muy a su estilo de gran cronopio: “¡Sos grande Cortázar”!
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